ESTUVE SOÑANDO… Y SOÑANDO…
¡Tú te me presentas a mí, en nubes de fantasías,
mientras sueño despierto!
***
Hoy, estuve soñando despierto contigo.
En esos sueños despiertos que acostumbro
[yo a soñar.
Pero… contigo, sólo pienso en tu porte, en tu figura
en tu belleza… y en tu delicadeza de alma.
Y por la puerta abierta que da a la calle,
entraste,
estupenda,
bella,
cubriendo por completo con tu figura,
el rectángulo de aquella puerta,
¡Bebiéndote por entero la luz de la mañana
[temprana!
Ah, hermosa, grácil, con tus zapatillas bajas,
te sentí inmensa, y te vi serena, saludable,
grandiosa en tus líneas dotadas de frescura.
Mi corazón nuevamente palpitó aceleradamente.
¿Pero que andará haciendo a estas horas?
Si apenas anteanoche estuvimos contándonos
[cosas,
diciéndonos cosas,
viviendo esas cosas…
cristalizadas en la atracción,
como
el hierro al imán.
El pulso se me aceleró,
aumentando su velocidad,
hasta el grado de nublarse mi vista,
y sentirme
transportado, a no sé qué lugar.
Y fue su aroma… sí, fue su aroma,
el que me volvió en sí, pero el que también me sucumbió,
en un vértigo delirante en el que inhalaba un perfume,
su olor, el mismo olor, el único olor, olor a mujer.
Y sus brazos… se abrieron como grandes alas
protectoras,
y yo me entregué a ellos,
sintiendo
las caricias de seda, como si me tocara
una canción del cielo y me envolviera y me abrigara
y me diera masajes y frotes riquísimos,
para irme acomodando en su regazo.,
como un pequeño niñito, deseoso de sentir su pecho
y dormirme placenteramente, en una delicia
de gozo, de las que solamente tú me envuelves
con tu fragancia exquisita.
Y, como un gato, me fui levantando,
ronroneando,
complacido,
contento,
extenso,
vasto.
Y nos buscamos,
y nos repasamos, página a página, en el libro de la dicha;
y de cada una de sus prendas que alzaban vuelo
para reposar…por aquí y por allá,
veíase una coreografía en el mágico esplendor,
y al instante…
¡Dos extensiones vibrantes, perceptibles…
y de sus sentidos
al rojo vivo,
dos seres en espontánea vivencia,
se entregaban a la adoración,
en el propio altar mayor del dios Eros,
para decirse:
somos y seremos, en nuestra propia confesión।
¡Oh, amantes del amor!
Edmundo Icaza Mendoza.
8 de Septiembre del 2007.
Colonia 4 de mayo.
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